Con el fin de año llega el seductor ambiente de fiesta y las
continuas invitaciones a comprar, beber, comer, recibir, dar,
envolver, transportar, intercambiar y gastar. Es nuestro
“maratón Guadalupe-Reyes”, ¿quién lo puede resistir?
Cada fin de año, el furor por comprar se vuelve devastador:
queremos los mejores adornos navideños, la casa más llamativa
y luminosa; el árbol más grande y oloroso; la cena más
majestuosa y abundante; obsequiar y recibir la mayor cantidad
de regalos. Y ni modo de festejar sin estrenar botas, abrigo,
suéter, traje, zapatos, chamarras y bufandas. Nos lo
merecemos, para eso trabajamos todo el año, ¿o no?
Con ello, cada fin de año el gasto de energía aumenta hasta en un 30% por casa; la producción de basura hasta un 30% por persona. De acuerdo con el IMSS, las personas aumentamos entre 3 y 5 kilos sólo en esta temporada, para llegar finalmente a enero endeudados y sin dinero ni para comer.
De este consumo exagerado, lo que queda es una huella
ambiental creciente, una deuda de meses y una insaciable
sensación de vacío. ¿En qué momento las fiestas de fin de año
se convirtieron en verdaderos abusos? No
permitas que el consumo te consuma.
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