A nadie le gusta convivir con la basura. Queremos estar en un
lugar limpio, no ver, oler ni saber nada de la basura, todo
ello sin dejar de consumir y generar residuos en las
cantidades que lo hacemos.
La verdad es que eso es muy difícil, si es que no imposible.
Además, en el mejor de los casos, es muy caro. Por ejemplo,
llevar la basura a un relleno sanitario en el Estado de México
nos cuesta a las ciudadanas y los ciudadanos $360 por
tonelada, dinero mal empleado si consideramos que al cabo de
algunos años esos rellenos serán una fuente de nuevos
problemas ambientales.
Lo cierto es que para vivir en un ambiente limpio hace falta
algo más que un buen sistema de recolección, transferencia,
selección y disposición final… hace falta también que
reduzcamos nuestra producción de residuos, es decir, que
consumamos con inteligencia y racionalidad y rechacemos el uso
indiscriminado de empaques y embalajes.
Cada año, nuestra Ciudad destina $3,000 millones de pesos de
nuestros impuestos al manejo de nuestros residuos. Estos
recursos se emplean en el barrido, recolección, transporte,
selección, compostaje y disposición final de los desechos. ¿No
te parece que lidiar con toda la basura que producimos nos
sale muy caro?
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