Seguramente has notado que cuando compras un producto, éste
viene en un empaque o plástico adherido (blíster), trae
protección de unicel con una bolsa, todo dentro de una caja de
cartón sellada con más plástico. Y por si no bastara, te lo
dan en una bolsa enorme, de plástico o papel, con la marca del
producto o del local donde lo compraste. Así, en lugar de
adquirir sólo el producto que necesitas, adquieres cinco o
seis cosas más, todas ellas basura.
Lo mismo sucede con las cosas pequeñas: cuando quieres un
atole, incluye un vaso de unicel; cuando tienes sed, compras
una botella de PET; cuando quieres un helado, trae un vaso de
plástico… y así con todo.
Estas envolturas tienen una vida útil muy corta y tardan años
en degradarse. Además, estas envolturas están hechas de
materiales que provienen de recursos naturales no renovables y
su fabricación requiere de un enorme gasto de energía y agua.
Generalmente están hechos con plásticos, tintas y otros
componentes que no pueden ser reciclados. ¡Qué desperdicio!
Si bien algunos empaques protegen los productos, la mayoría se
usan para promocionar y diferenciar un producto o distinguir
una marca de otra. Es un gasto inútil y una presión adicional
sobre los recursos naturales. No te vayas con la finta de los
empaques con sus adornos y moños variopintos, pues esto no
garantiza una buena calidad.
Como ya mencionamos, un 35% de nuestros residuos diarios
corresponden a envolturas, envases, empaques y embalajes:
botellas, bolsas, cajas, papel, cartón, entre otros. Por eso
decimos SIN MOÑO Y SIN
BOLSITA, ¡POR FAVOR!
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