Comprar cosas y servicios que no necesitamos no sólo implica
una enorme generación de basura, también representa una fuerte
presión sobre los recursos naturales, así como una
contribución al cambio climático global y otras consecuencias
de carácter ambiental, social, económico y cultural.
La mayoría de envolturas está hecha de plásticos (polímeros
sintéticos) de origen petroquímico, es decir, están hechos de
petróleo, un recurso finito que se está agotando y cuya quema
contribuye al cambio climático global.
En nuestro país y en nuestra Ciudad la forma más práctica y
económica de evitar que la basura se disperse, se moje o entre
en contacto con insectos o roedores, es ponerla en bolsas de
plástico. Sin embargo, sabemos que utilizamos 150 bolsas por
año por persona, lo que nos hace pensar que no sólo las
utilizamos, sino que abusamos en su consumo.
De acuerdo con el dictamen de las bolsas de plástico de la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal, 90% de éstas
terminan en desagües o acumulándose en drenajes. Tristemente,
el destino final de esta ruta suelen ser los mares. Como
sabes, cada año cientos de ballenas, delfines, tortugas y aves
marinas mueren asfixiadas por las bolsas de plástico.
Otras bolsas y empaques ligeros vuelan y se esparcen,
terminando en ríos, barrancos, jardines, calles y lotes
baldíos. Por si esto no bastara, las bolsas y otros empaques
similares pueden tardar hasta 150 años en degradarse.
Éstos son los plásticos que destacan en la generación de residuos:
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