Por Laila Munayer Sandoval
Hagamos un ejercicio de imaginación: visualiza una crisis mundial en la que cambia la manera en la que tú y tu familia viven. En ella, no puedes ir a trabajar, tus hijos no pueden ir a la escuela; cambia tu manera de comprar los insumos básicos y te ves obligado a alejarte de tu familia. No, no estoy hablando del COVID. Imagina ahora que, además, temes que se inunde tu casa, que no tienes luz ni agua potable y que no encuentras comida en las tiendas.
Hagamos un ejercicio de realidad: esta crisis ya existe e impacta a miles de familias alrededor del mundo. Es la crisis que emana del abrupto cambio climático al que nos enfrentamos y en la que el ser humano es el único responsable. Se está agravando: el Banco Mundial estima que para el 2050, 216 millones de personas tendrán que verse obligadas a dejar sus viviendas por el cambio climático: el equivalente a toda la población de Brasil.
Con el objetivo de remediar esta situación, el esfuerzo internacional busca contener el calentamiento global a no más de 1.5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Este es el límite superior identificado por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC) pues más allá de éste, aumentará de manera drástica el riesgo de sequías extremas, incendios forestales, inundaciones y escasez de alimentos.
Hoy, ya estamos en 1.1 grados centígrados y el mismo panel de expertos considera que, si las emisiones de dióxido de carbono siguen su curso actual, la temperatura podría aumentar hasta 4.4 grados a finales de siglo. Como referencia, en los últimos tres millones de años sólo hemos tenido variaciones de 2.5 grados centígrados.
Somos el problema, pero también somos la solución. No cabe duda de que los esfuerzos para contener y revertir el cambio climático deben ser multifactoriales. No obstante, una estrategia que podemos adoptar para mitigar nuestro impacto en el medio ambiente es la Economía Circular. Este es un modelo económico que cambia la forma en la que se produce y se consume actualmente. La Economía Circular propone un modelo restaurativo y regenerativo, que se basa en tres principios: eliminar residuos y contaminación, mantener los materiales y productos en uso el mayor tiempo posible y regenerar sistemas naturales (Fundación Ellen MacArthur).
No nos equivoquemos: es un modelo que sí busca el crecimiento económico, generar empleos e importantes oportunidades financieras, pero su gran bondad es que además incorpora y aborda problemas actuales como el cambio climático, la contaminación por residuos y la pérdida de biodiversidad. De acuerdo con la ONU Medio Ambiente, este modelo a nivel global podría reducir entre un 79 y un 99% de sus emisiones de gases de efecto invernadero.
En América Latina hay importantes esfuerzos desde la esfera pública para generar la transición hacia este modelo económico. Países como Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay y México tienen instrumentos para fomentar estrategias y hojas de ruta de circularidad. En nuestro país, además, se encuentra pendiente de aprobación en la Cámara de Diputados la Ley General de Economía Circular que brindará un marco nacional para promover el uso eficiente de los productos, servicios y materiales a través de los criterios de esta nueva economía.
Pero los esfuerzos no deben quedar en la esfera de lo nacional ni en la esfera pública. El componente internacional y la participación privada serán crecientes catalizadores de esta transición. Si bien la Economía Circular se potencia desde lo local, en la realidad no siempre las regiones cuentan con las tecnologías necesarias para estimular una demanda de productos y modelos de negocios circulares. La CEPAL, en un reciente estudio, enfatiza que el comercio internacional aporta soluciones circulares en las cadenas productivas lineales. Además, pone en relieve la necesidad de armonizar las agendas ambientales y comerciales en aras de dinamizar la transición hacia este nuevo modelo económico.
La iniciativa privada es, quizá, el principal catalizador pues genera oferta, satisface demanda y estimula a que toda la cadena de valor agregue criterios circulares. Las empresas al adoptar y comprometerse con metas y criterios ─como contenido de material reciclado en sus productos─, uso eficiente de materiales, energía y agua, ecodiseños, entre otros, generan un efecto multiplicador entre sus stakeholders.
Imagina que tú y yo, como consumidores, tenemos el poder en nuestras compras para incentivar que las marcas nos proporcionen opciones de productos y servicios más sustentables, con la menor generación de huella de carbono posible. Este es un poder que ya tenemos. Exijamos a nuestras marcas que entren a la circularidad. Revertir el calentamiento global empieza hoy con acciones pequeñas e individuales, pero que aporten a un gran esfuerzo colectivo. Infórmate más y difunde los beneficios de este nuevo modelo económico y su impacto positivo en el medio ambiente.
Gerente de Sustentabilidad de ALPLA MXCA y Caribe