- Las barrancas son vitales para alimentar los mantos acuíferos de los que nos abastecemos de agua en la ciudad. Permiten escurrimientos del agua de lluvia y de los manantiales que bajan de las montañas.
- Además, son refugio para la vida silvestre, la flora y fauna endémica de la ciudad; mantenerlas limpias y saludables es trabajo de toda la ciudadanía.
¿No te ocurre que con frecuencia olvidas que la Ciudad de México se encuentra en un valle rodeado de montañas y que antes era un lago? Es algo que recordamos cada vez que sale a relucir el hundimiento de zonas como el centro, o cuando hay inundaciones por las fuertes lluvias. Sin embargo, nuestro día a día se desarrolla en un contexto casi exclusivamente urbano entre coches, asfalto y edificios. Es por esto que vale la pena tomarnos un momento para recordar las Áreas de Valor Ambiental (AVAs).
Dentro de las AVA se encuentran los bosques urbanos y las barrancas. Estas últimas son depresiones geográficas que se presentan como hendiduras. La Ciudad de México cuenta con 27 barrancas, ubicadas tanto en Suelo de Conservación como en Suelo Urbano.
Además de ser un refugio para la vida silvestre, la flora y fauna endémica de la ciudad, las barrancas resguardan un recurso vital: el agua. En ellas se forman los cauces de los escurrimientos naturales del agua de lluvia y manantiales que bajan de las montañas, formando así ríos y riachuelos. Así, alimentan los mantos acuíferos de los que nos abastecemos de agua en la ciudad. Constituyen, por lo tanto, zonas importantes del ciclo hidrológico y biogeoquímico.
Las barrancas no sólo brindan recursos hídricos, también intervienen en la regulación del clima y la temperatura, producen oxígeno, dan belleza escénica y son, en algunos casos, sitios de esparcimiento, lo cual disminuye el estrés de sus visitantes y de las personas que habitan a sus alrededores. Por tales motivos, son áreas que deben ser protegidas y restauradas para que mantengan sus funciones ecológicas.
En su conjunto las barrancas y la vegetación que las rodea (particularmente especies arbóreas) mantienen y generan una dinámica en el suelo que impiden los deslaves ya que existe un adecuado escurrimiento hídrico favorecido por las raíces. Es por esto que los procesos de deforestación excesiva o la construcción de nuevas unidades habitacionales u hogares en dichos sitios, interrumpen la dinámica natural del suelo poniendo en riesgo la vida de quienes habitan cerca de ellas al igual que de la flora y fauna.
No obstante todas sus propiedades benéficas, las barrancas son vistas por la ciudadanía como tiraderos de basura, sitios degradados por la acción humana o bien lugares irrescatables, debido a los desechos de drenaje que diariamente se vierten en ellas. Los tiraderos a cielo abierto son una amenaza constante para nuestros bosques y barrancas. Estos tiraderos contaminan el aire, el agua y el suelo, además de provocar un serio deterioro en los ecosistemas y daños a los seres vivos que los habitan.
Fotografía: Teresa Morales Sumuano
Creer que los residuos están bajo control porque dejamos de verlos, o porque están en sitios lejanos o en terrenos “desaprovechados”, como las barrancas, es un error. Cuando un tiradero se hace visible, genera rechazo y, en general, damos por perdido ese terreno. Es difícil creer que podrá limpiarse. Afortunadamente la realidad es otra, ya que la recuperación de estos espacios es posible.
La Sedema, a través de la Dirección General del Sistema de Áreas Naturales Protegidas y Áreas de Valor Ambiental (DGSANPAVA), ha intervenido algunas barrancas a fin de lograr su recuperación, a través del saneamiento de los tiraderos a cielo abierto en diversas barrancas de la ciudad, como Tacubaya, Tarango, Jalalpa, Eslava y la parte trasera del Panteón de Dolores.
Este trabajo nos demuestra claramente que aún hay esperanza y que es posible transformar un basurero en un ecosistema ribereño sano; al limpiarlas, conservar y mejorar sus suelos; reforestarlas y revegetarlas; así como favorecer la regeneración de su flora y fauna, aún cuando éstas hayan sido utilizadas para disponer residuos por muchos años.
La recuperación de estos espacios ha sido un trabajo conjunto con la ciudadanía, asociaciones civiles, instituciones académicas, empresas privadas, personal de la alcaldía y el gobierno, pues en sus diferentes fases, se realizaron jornadas de limpieza de residuos sólidos y reforestación.
En las barrancas Tarango, Eslava y Tacubaya se realizaron análisis hidrológicos para determinar la calidad del agua de los ríos que albergan y se instalaron tecnologías como biodigestores, hidroseparadores y humedales artificiales para descontaminar sus aguas y encauzarlas para la limpieza de dichos ríos y así mejorar la salud de estos ecosistemas ribereños y beneficiar la calidad de vida de su biodiversidad y las personas que habitan en sus alrededores.
A manera paralela al saneamiento de estas barrancas, se realizan talleres de capacitación sobre el manejo de residuos, captación de agua de lluvia y buenas prácticas ambientales dirigidos a las y los habitantes de los alrededores de las barrancas, de tal manera que se procure mantener y mejorar la salud de los espacios intervenidos y se alargue la vida de las tecnologías instaladas, para que no se logre un cambio temporal, sino que perdure en el tiempo.
Estos espacios son nuestros y su conservación depende de todas y todos los que habitamos esta ciudad. Tú puedes contribuir con su cuidado al depositar tus residuos en su lugar y difundiendo información sobre su importancia con tus familiares, amigos y/o vecinos. Mantener las barrancas en buen estado y saludables nos permitirá seguir habitando y disfrutando esta ciudad, y no solamente a los humanos, sino a todas las especies que la habitan.