Si alguna vez has podido salir del ajetreo de la ciudad -su ritmo acelerado, los días calurosos por su concreto, el tráfico ocasionado por las intensas lluvias, los gases emitidos por los camiones y el constante ruido provocado por fuentes de sonido (claxones, el metro, motocicletas, el “ropavejero” o el silbido de los camotes)- para disfrutar de un día de campo en el bosque, entonces reconoces la importancia que tienen estos lugares para nuestra salud y buen humor, pero más allá de un “escape” de tu ciudad, ¿te has puesto a pensar en cómo el bosque vive contigo día a día?
Cuando hablamos de una ciudad nos vienen a la cabeza los grandes centros urbanos para vivienda, plazas comerciales, oficinas financieras, canchas deportivas, espacios recreativos, recintos culturales, etc.; sin embargo, la Ciudad de México es muchísimo más que esto, ¿sabías que su extensión aproximada es de 149,830 hectáreas (ha)? Éstas se dividen en dos áreas básicas (que consideran el uso de suelo y las actividades que la población ha desarrollado al vivir en cada una): el Área de Desarrollo Urbano (ADU), correspondiente al 41% del territorio, y el Área de Conservación Ecológica, hoy denominada Suelo de Conservación (SC) que ocupa un 59% de su territorio (aprox. 88, 399 ha)1.
Por si fuera poco, el principal territorio del SC de la Ciudad de México corresponde a los bosques (42%) de los cuales hay distintos tipos distribuidos en 37,400 ha, aproximadamente; el bosque de oyamel ocupa la mayor superficie, seguido del bosque de pino, el de encino, el matorral xerófilo y la vegetación de cañadas. El bosque y lo que llamamos “ciudad” no son dos cosas separadas sino parte de un todo, de una misma Ciudad de México y, aunque parezca increíble hay un poco más de SC que ADU.
Por ello, además de ser la ciudad de los Palacios, la Ciudad de México, es la ciudad de los Bosques, un título que debemos valorar y honrar, no sólo por la belleza escénica que nos brindan o los días de campo que nos otorgan, sino por todos los servicios ecosistémicos que llevan a cabo sin que nosotros nos demos cuenta.
Los bosques son importantes reguladores de la calidad del aire porque captan y retienen carbono y partículas suspendidas que pueden ser contaminantes. Al mismo tiempo amortiguan y disminuyen el impacto de fenómenos meteorológicos extremos ocasionados por el cambio climático. Si de por sí algunas veces nos caen tormentas en el ADU, ¡imagínate lo que pasaría sin la protección de estos gigantes! ¡Ellos aseguran nuestra propia sobrevivencia!
También son fundamentales en el ciclo del agua, ya que influyen en la cantidad de líquido disponible en la ciudad y contribuyen a la reducción de riesgos como desprendimientos de tierra, inundaciones y sequías. Si esto te parece poco, debes saber que debajo de los bosques existen capas de roca fracturadas por donde se filtra el agua de lluvia que enriquece los acuíferos, enormes almacenes subterráneos de los cuales se extrae agua para la agricultura, la industria, y para las y los chilangos y otras personas que viven a cientos de kilómetros del sitio de infiltración2.
Ahora, piensa en los bosques como un enorme compañero vivo que, además de ser un gran reservorio de biodiversidad, puede influir en nuestro temperamento, nuestras costumbres y hasta en, nuestras emociones.
Disfrutar un momento silencioso aprovechando el poder de estos gigantes discretos para aislarnos del ruido, es otro de los beneficios que nos brindan y que sin duda aligera nuestros pensamientos y estimula nuestra creatividad.
Desafortunadamente el crecimiento de la mancha urbana, el cambio de uso de suelo, la extracción de recursos, la contaminación de aire, agua y suelo, las plagas y enfermedades forestales, así como una regulación insuficiente, han provocado una disminución considerable en la extensión del área verde original del SC.
Piensa que bosques y personas estamos fuertemente conectados. Nos conecta el aire, el suelo, el agua, la vegetación. Somos parte de lo mismo. Dañar los bosques es dañar el resto. Es atentar contra el presente y futuro de nuestra ciudad y de todos los que la habitamos.
Agradece todo lo que recibes de los bosques cuidando de ellos: realiza trabajo voluntario de reforestación; si ves un incendio, repórtalo; respeta a las plantas y los animales; participa en la donación y adopción de plantas en el área de Reforestación Urbana de la Sedema3, investiga cuáles son las plantas y árboles nativos y procura optar por ellos cuando tengas oportunidad de sembrar alguno, finalmente, ayuda a proteger el camellón frente a tu casa. Tu compromiso con la naturaleza y la calidad de vida comienzan en tu propia banqueta.
1 El suelo de conservación del Distrito Federal www.paot.org.mx/centro/programas/suelo-corena.pdf
2 FAO.- Los bosques y el agua.
www.fao.org/sustainable-forest-management/toolbox/modules/forest-and-water/in-more-depth/es/
3 Reto Verde. sedema.cdmx.gob.mx/programas/programa/reforestacion
Testigos silentes de eras y acontecimientos históricos que en sus anillos tienen grabados los años que han recorrido en la Tierra, seres de texturas diversas y cuerpos firmes, así son los árboles, responsables de generar oxígeno en el planeta.
¿Cuántas veces no hemos recurrido a la analogía de la sabiduría de los árboles? ¿O a su carácter fuerte y combatiente? ¿Acaso te has preguntado por qué tienen estos papeles en la literatura o en el cine? En esta nota te daremos a conocer los beneficios que aportan los árboles al medio ambiente y, por ende, en nuestra cotidianidad, así podrás descubrir la inspiración que genera su sola presencia.
Históricamente han sido un símbolo de vida, de reproducción, de concepción; han formado parte de numerosos relatos fantásticos o verídicos, han sido testigos de amores, muertes, incluso de llantos. El árbol es un símbolo de fortaleza y es visto como un guardián de la Tierra para distintas culturas: maya, celta, turca, nórdica, entre otras.
¿Has escuchado algo sobre “el árbol de la vida”? Pues en la literatura mesoamericana es el centro de donde nace la Tierra. En la mitología nórdica el árbol era la unión de los 9 mundos que conforman su cultura; en el taoísmo es un símbolo de vida eterna.
Lo cierto es que todos los relatos tienen verdades biológicas escondidas, el árbol sí es una fuente de vida: desempeñan un importante papel en el aumento de la biodiversidad urbana, quiere decir que proporcionan un hábitat para plantas y animales, así como alimentos y protección para los mismos.
Por año, ¡un árbol maduro puede absorber hasta 150 kg de gases contaminantes! Por eso ayudan a combatir el cambio climático; sus hojas y corteza funcionan como filtros para las partículas finas de polvo, suciedad, humo, gases (dióxido de carbono, óxido de nitrógeno, amoníaco, dióxido de azufre y ozono).
Además, son reguladores de temperatura, ¿cómo? Con la humedad que retiene en sus tallos y hojas, los árboles pueden enfriar el aire entre 2 y 8 grados centígrados del sitio donde se encuentren ubicados; si está cerca de edificios evita el uso de aire acondicionado en un 30%.
Son reguladores del flujo de agua y previenen inundaciones, ya que pueden captar hasta más de 15 000 litros de agua por año; la sombra que proporcionan disminuye la evaporación del agua y permite que los céspedes sedientos puedan consumirla. Un dato interesante es que la gran mayoría de los árboles, cuando están recién plantados, sólo consumen un aproximado de 15 galones del preciado líquido por semana. Y en la medida que nuestros guardianes ramificados transpiran, aumenta la humedad atmosférica.
Su sombra también beneficia en gran medida a nuestra piel, pues reducen en un 50%, aproximadamente, la exposición a los rayos UV-B, y, por si fuera poco, estos guardianes incentivan una mejor salud mental y física porque disminuyen la presión arterial y el estrés, esto fomenta una calidad mayor en el bienestar de las comunidades urbanas.
En ocasiones puede resultarnos tedioso barrer las hojas que van desprendiéndose de su tronco, pero lo que no sabes es que tienen un aporte importante en los suelos: brindan minerales y nutrientes a la tierra, es decir, mueren para brindar más vida. Sin olvidar que colorean y perfuman nuestro entorno en cada época del año: verdes intensas y claras, amarillas, rojas, naranjas, cafés y luego desaparecen. Muchas personas encuentran placentero pisar hojas secas o recostarse en ellas.
Ahora que conoces un poco más sobre su papel en la Tierra, puedes convertirte en su guardián y ayudarlos a cuidar de nuestro hogar, ¿cómo? Si algún día ves que están talando un árbol puedes denunciarlo ante la PROFEPA, pues para la tala o derribo de árboles se requiere de permisos, ya que esta actividad puede afectar al medio ambiente o corromper el equilibrio ecológico.
Otra forma es reforestar zonas donde puedan plantarse árboles, para ello es necesario acercarte a tu alcaldía y solicitar asesoría, además de consultar las especies endémicas de la Ciudad de México en la guía que ofrece la CONABIO “Árboles comunes de la Ciudad de México”, así como conocer la paleta vegetal para suelos urbano, de conservación y jardines polinizadores que proponemos en el Reto Verde.
Una acción más pequeña, pero no por eso menos significativa, cuida y preserva las zonas verdes de tu alrededor, invita a tus vecinos a adoptar árboles de su colonia. Juntos, árboles y humanos, salvaguardemos la Tierra.
Fuentes:
CONABIO. (2012) “Vecinos verdes en tu ciudad”, Comisión Nacional para el Conocimiento
y Uso de la Biodiversidad, Ciudad de México.
(2019) “Siete grandes beneficios de los árboles urbanos”, ONU-Hábitat, en línea:
onuhabitat.org.mx/index.php/siete-grandes-beneficios-de-los-arboles-urbanos
Extra!, extra!, México es el país más rico de América y sus habitantes nos bañamos en la gran riqueza energética, sustentable e inagotable que son los rayos solares. Todos los días el sol ilumina nuestras mañanas, incluso las más nubladas. De día y de noche nuestro planeta recibe energía a través de la radiación solar, ¿te imaginas cuánta podría ser? Se estima que, tan solo en un año, el sol envía 20 veces más energía que la que brindan las reservas mundiales de petróleo; de tal manera que, sucede que a nivel mundial, México ocupa el tercer lugar en radiación solar, sólo falta aprovecharla correctamente.
El 21 de junio de cada año se celebra el día internacional del sol, es una fecha que coincide con el solsticio de verano, el día más largo del año en el hemisferio norte y el más corto en el hemisferio sur; además es la entrada a la siguiente estación, verano o invierno según el lugar del planeta donde vivas.
En nuestro país y en el mundo, el sol siempre ha sido objeto de culto y reconocimiento. Los antiguos romanos, por ejemplo, consideraban el domingo como “el día del sol”, mientras que para los Mexicas, el sol era un elemento central de su visión del mundo y su vida se desarrollaba entorno al “calendario solar”.
Festejar al sol es celebrar la vida y su importancia en la cotidianidad, es decir, en los aspectos más elementales de la existencia: la temperatura del ambiente, el clima, el crecimiento de las plantas, la generación de alimentos, los ciclos biológicos e incluso los vientos y las mareas, todo ello esson influenciado por el astro rey. Sin radiación solar sencillamente no podría haber vida en el planeta, ¿te imaginas cómo sería la Tierra sin sol?
Nuestra historia siempre ha estado vinculada a esta estrella cercana y hemos aprovechado su radiación como fuente de energía desde comienzos del siglo XX, cuando se generaron las primeras celdas solares. Pero sería hasta inicios del XXI que comenzó a verse como una alternativa necesaria para disminuir la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) que propician el cambio climático y demás impactos negativos, lo cual conlleva el uso de combustibles como el carbón, gas y otros derivados del petróleo.
Por su abundancia, la radiación solar encabeza el listado de energías limpias, entre las que se consideran también la fuerza del viento, las mareas oceánicas y los yacimientos geotérmicos, entre otros. Todas estas fuentes de energía se pueden aprovechar para generar electricidad sin emitir GEI, como el dióxido de carbono (CO2), el principal agente del calentamiento atmosférico.
Nuestro país es bañado por el sol durante todo el año, por ello en todo el territorio nacional se puede aprovechar esta energía limpia. Los estados de Sonora, Chihuahua, Baja California y Baja California Sur son los que más reciben radiación.
En nuestra ciudad se impulsan tanto proyectos públicos como privados para instalar fotoceldas y generar electricidad a partir de los rayos del sol; ésta energía puede ser almacenada en baterías para disponer de ella en el momento que se decida. También existen, y cada vez son más frecuentes, los esquemas que permiten entregar la energía que no ocupas por cableado eléctrico a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para que sea ésta quien la distribuya, de igual manera, durante la noche, cuando no puedes generar electricidad, la CFE es la encargada de suministrar la energía. Así, al final del bimestre, se contabiliza la energía generada en casa y se resta nuestro consumo; con los saldos positivos se pagan los sistemas de captación fotovoltaico que instalamos en nuestros hogares y empresas. De esta manera aprovechamos a nuestro querido sol como una fuente de energía inagotable y sin contaminar. ¿A tí cómo te gustaría aprovechar la energía del sol?
¿Cómo ha cambiado tu vida desde el surgimiento de esta pandemia por COVID-19? Muchas personas hemos adoptado nuevas costumbres en nuestra vida cotidiana, motivados principalmente por el deseo de contener y superar la pandemia causada por el coronavirus SARS-COV-2; buscamos constantemente preservar nuestra salud y la de los nuestros.
Los cambios de hábitos de los chilangos, y de los habitantes del mundo entero, van desde usar menos coches y más bicicletas como medio de transporte, consumir responsablemente tanto bienes como servicios, el teletrabajo, alimentación saludable con productos de temporada, formar nuestros propios huertos y jardines en casa, separar y manejar correctamente los residuos para evitar el contagio del personal de limpia, entre otras modificaciones en la rutina.
Curiosamente es este mismo cambio de hábitos el que se ha solicitado durante décadas para frenar la crisis climática que se vive desde hace casi 50 años y que parece no tener fecha de caducidad, a menos de que incorporemos a nuestra “nueva normalidad” la perspectiva ambiental aún después de la pandemia, ¿podremos lograrlo? ¡Por supuesto!
Para ello es importante comprender que esta enfermedad, que nos tiene a todos con los pelos de punta, es también una consecuencia de la crisis climática que muchos han negado. El deterioro de los ecosistemas, la urbanización de sitios naturales, la extracción y venta ilegales de especies de flora y fauna silvestres, así como la introducción de especies invasoras, ha quebrantado el equilibrio ecosistémico que antes nos protegía de contraer enfermedades específicas de otras especies.
Un factor que eleva el riesgo de complicaciones al contraer una enfermedad como la COVID-19, es la contaminación del aire. Al respirar aire contaminado, se debilita -entre otros- nuestro sistema respiratorio, principal afectado por la enfermedad actual que aqueja a toda la humanidad. En cambio, el riesgo sería menor si contáramos con una mejor calidad del aire en nuestra ciudad.
Por ejemplo, al consultar diariamente el Índice AIRE y SALUD de la Zona Metropolitana y del Valle de México vemos que la calidad del aire es en general mala, incluso ahora que la flota vehicular es menor y esto se debe a que los niveles de ozono (el principal gas que desata las contingencias ambientales) no solo dependen del uso del automóvil, sino también del uso de solventes, pinturas, detergentes, aerosoles, aromatizantes, fugas de gas LP (el de los cilindros), gas natural y de gasolina, así como de emisiones industriales y naturales2.
Lo que sí ocurre es que con la disminución en el uso del automóvil se reducen las emisiones de grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como dióxido de carbono, metano, hidrocarburos, así como de gases y partículas nocivas para el ambiente con contenidos de azufre, plomo, entre otros3, que afectan nuestro sistema respiratorio, quien se vuelve menos resistente ante una enfermedad como la COVID-19.
Como podrás darte cuenta nuestra salud y la del medio ambiente están altamente relacionadas. No se pueden tratar por separado. Adoptemos hábitos de cuidado ambiental como parte esencial de la nueva normalidad porque, a través del cuidado del ambiente, estamos asegurando nuestra salud presente y futura. Caigamos en cuenta que con nuestras acciones, otro mundo es posible.
2 Dirección de Monitoreo Atmosférico. Precursores de ozono.
www.aire.cdmx.gob.mx/default.php?opc=%27ZKBhnmWkYQ==%27
3 INECC. Los vehículos automotores como fuentes de emisión.
www2.inecc.gob.mx/publicaciones2/libros/618/vehiculos.pdf