Seguramente tienes nociones, detalladas o tal vez muy generales, de lo que trata la jardinería: esa práctica llena de técnicas para cultivar espacios verdes donde plantamos flores, árboles, hierbas u hortalizas, ¿y para qué lo hacemos? Por el simple gusto, por lo estético o porque lo elegimos como parte de nuestro medio de alimentación. Pero, ¿en algún momento te has puesto a pensar que el fin de un jardín puede ser el proteger las condiciones del medio ambiente del cual vive y respira?
Esta perspectiva puede hacerse evidente desde el enfoque de la Jardinería Ambiental, que es diferente a la jardinería que toda/os conocemos, pues está destinada al cuidado de las áreas verdes en la ciudad o cualquier otro sitio, al procurar, entre otras cosas, la plantación de especies endémicas de la ciudad para conservar la biodiversidad local.
Su finalidad no se reduce a un tipo de estética dominante, pues permite que las flores y plantas se desenvuelvan de manera más natural, así que, ¡despeinemos los jardines y las áreas verdes! Los looks rebeldes, no tan pulcros en sus cortes, favorecen el aumento de la presencia de fauna local, necesaria para la reproducción general de un ecosistema.
Tan necesaria y relevante es en nuestras vidas que el 5 de octubre es reconocido en la Ciudad de México como el Día de la Jardinería Ambiental. ¿Lo sabías?
Por lo anterior, debemos renovar desde ya el enfoque poco ambiental que hasta la fecha hemos dado a nuestras áreas verdes y comenzar a sembrar con conciencia y conocimiento para potencializar la sustentabilidad urbana, o sea, un nuevo equilibrio para la urbe que habitamos. La Jardinería Ambiental permite crecer la biodiversidad de flora y fauna, aprovecha el agua de lluvia al filtrarla en el subsuelo, beneficia nuestro estado de ánimo o bienestar emocional, es un espacio de recreación, todo ello sin dejar de lado que conserva lo nativo. ¡Tantos beneficios!
Es una transición de lo estético a lo cultural, de lo ornamental a lo sustentable; es parte de una educación ambiental que nos enseña a dejar de ver a las hojas secas como “basura” para pensarlas como abono que permitirá a los árboles crecer más fuertes y sanos. Nos enseña a cuidar el agua porque sabemos qué ejemplares locales habitan el jardín, las cantidades que requieren del vital líquido y aprendemos a utilizar los recursos de la naturaleza, como la lluvia. Al mismo tiempo, brindamos alimento y hogar a las especies polinizadoras que son las grandes responsables de los ciclos de vida en la Tierra.
Si te das cuenta, es una disciplina, un oficio, un arte, donde converge paisajismo, valores, responsabilidades, conocimientos, cultura y belleza, no de la que estamos acostumbrados a ver con la geometría formal, tonalidades o formas estéticas, sino de la belleza de la vida en su fluir.