¿Alguna vez te has preguntado cuántos alimentos se desperdician en tu hogar? Pon atención o haz memoria de cuántas veces tú o alguien de tu familia han encontrado en el refrigerador, alacena o en cualquier lugar oculto de casa algún alimento putrefacto o con la caducidad vencida. Piensa, también, ¿cuántas veces han dejado su plato a medio comer y las sobras acaban en la basura? Aunque haya ocurrido pocas ocasiones, ambas situaciones expresan problemas sociales y ambientales que traspasan fronteras.
Se estima que una tercera parte de los alimentos producidos a nivel mundial se pierden o se desperdician. ¿Te imaginas cuánto puede ser tal cantidad? Esto es 1.300 millones de toneladas anuales, suficientes para alimentar a 3.000 millones de personas1. Esta “fuga de alimentos” se puede dar durante la producción, transporte o refrigeración de los mismos, durante su utilización como ingredientes en platillos o como residuos de alimentos consumidos parcialmente.
Tan solo en México, cada año se desperdician en promedio 28 millones de toneladas de alimentos2. Para producirlos se utilizó la cantidad de agua equivalente a lo que consumimos todos los habitantes del país en un año. ¿Te das cuenta? Desperdiciar alimentos también implica un desperdicio considerable de agua. Además, en los procesos de producción, transporte, refrigeración y manejo de esa cantidad de alimentos, se emitieron gases equivalentes a los que emiten 14 millones de vehículos en un año, los cuales afectan la calidad del aire y contribuyen al calentamiento global.
En un año cada mexicana (o) desperdicia cerca de 250 kg de comida3, y si en nuestra ciudad somos 9 millones de personas, al hacer cuentas resulta que desperdiciamos alrededor de 2 millones 250 mil toneladas, esto es solo una cifra tentativa. Sin embargo, a pesar de que se desconoce la cifra exacta, en la ciudad se están realizando acciones para disminuir el desperdicio y aumentar su aprovechamiento. Por un lado, a través de los bancos de alimentos nacionales, liderados por organizaciones de la sociedad civil, donde se recupera toda la comida que desechan hoteles, restaurantes y supermercados, pero que aún es comestible4. Luego son distribuidos a los sectores poblacionales con bajos recursos para combatir así el hambre y atender el Objetivo 12 del Desarrollo Sostenible: “Hambre Cero”.
Otra forma de aprovechar toda la energía, agua y nutrientes de estos alimentos es a través del compostaje, porque así se reincorporan a la tierra los nutrientes de residuos vegetales y pueden obtenerse de ella nuevos alimentos. En este ciclo no hay residuos, es decir, es un ciclo Basura Cero.
Existen también iniciativas ciudadanas internacionales para reducir el desperdicio de comida y promover la solidaridad, como es el caso de la App Olio, originaria del Reino Unido, y que está disponible en nuestra ciudad desde el año pasado. Su objetivo es poner en contacto a personas que tengan alimentos que no comerán con otros que los requieran y que los obtengan regalados. Por ejemplo, si ya no ocuparás dos jitomates, publicas su foto en Olio y la persona que los necesite se contacta contigo a través de la app, acuerdan un punto de entrega y listo.
Un compromiso con el ambiente y con las personas nos obliga a prestar atención a nuestro consumo y desecho de alimentos. Revisa tu refrigerador cada semana y pon a la vista los alimentos más viejos, para evitar olvidarlos y que se echen a perder. Comparte con vecinos, familiares, amigos o con personas en situación de calle si ya no los vas a consumir (también puedes publicarlos en Olio o en otras aplicaciones parecidas).
Cuando vayas de compras, no le hagas el feo a la fruta o verdura con imperfecciones. Aunque no sean “bonitos” esos alimentos tienen el mismo valor nutrimental que los demás, y se les invirtió igual cantidad de trabajo, energía y agua. Evita que terminen en la basura porque nadie los quiso comprar.
Sobre todo, recuerda que nuestros alimentos son naturaleza, por eso “termina tu plato” y ayuda a cuidar el medio ambiente.