Es de los dulces preferidos por niños/as, jóvenes y adultos/as probablemente por su variedad de sabores y colores, porque mejora la concentración, alivia la tensión, refresca el aliento, nos mantiene alerta e incluso, ayuda a las personas fumadoras a reducir sus ganas de fumar. ¿Ya sabes de qué golosina se trata? Sí, el chicle.
Es tan popular en México, que somos el segundo país consumidor de esta golosina en el mundo. Incluso, es común escuchar parte de sus características en algunas expresiones populares del país: “a ver si es chicle y pega”, para situaciones en las que no sabes con certeza lo que va a pasar o “pareces chicle”, cuando no te quieres separar de alguien.
Pero es también una herencia maya, ¿lo sabías?, fueron ellos quienes nombraron “sicté yaʹ” a la resina extraída del árbol chicozapote (Manikara zapota), que significa masticar con la boca, con ella se producía industrialmente hasta hace un siglo, el chicle. Este árbol crece en los bosques tropicales de la península de Yucatán, en Guatemala y Belice, aunque ya ha sido introducido en otros países del mundo. Si viene a tu mente la pregunta ¿Entonces los mayas ya masticaban chicles? Bueno no, ellos más bien usaban este látex en ceremonias religiosas, para limpiar la dentadura y principalmente para quitarse la sed.
Pero actualmente la mayoría de los chicles que compramos para disfrutar de su sabor, se producen a partir de acetato de polivinilo, un polímero sintético. De hecho, el término correcto de llamar a este dulce sería goma de mascar, pero a las y los mexicanos se nos quedó la costumbre de decirle chicle.
Aunque temo decirte que no todo alrededor de los chicles tiene un sabor agradable, ya que mientras refrescan y relajan a quienes los consumen, dejan un mal sabor de boca en el ambiente, en las aves de la ciudad, en la salud e incluso en la economía cuando no son desechados correctamente. Por ejemplo, ¿qué es lo primero que te viene a la mente cuando piensas en los problemas que pueden traer estas golosinas? Seguro las veces que has estado en la molesta situación de separar el chicle de la suela de tu zapato, pero dejame decirte que esta es una de las consecuencias menos graves.
Quizás te estés preguntando, ¿de qué otras maneras perjudican estos dulces pegados en las calles? Para empezar, afectan a la fauna de la ciudad, principalmente a las aves, ya que tienden a picarlos al confundirlos con alimento y se les pega en el pico, lo que les provoca asfixia. Además, algunos chicles contienen xilitol, un edulcorante que puede llegar a ser tóxico para los animales de compañía que lleguen a ingerirlas, ocasionandoles incluso la muerte en el peor de los casos.
Encima, como ya mencione, otro componente importante de la goma de mascar es el acetato de polivinilo, éste provoca los mismos problemas ambientales que el resto de los plásticos, ya que tarda en degradarse ¡hasta 5 años!, contaminando el agua, suelo y aire durante ese tiempo. ¿Te imaginas?, no se compara con el poco tiempo que los masticamos. Asimismo, al igual que los polímeros sintéticos, son derivados del petróleo, esto los hace contribuyentes a la sobreexplotación de este recurso natural no renovable.
Sin olvidar mencionar que los chicles tirados en las calles son un foco de infección porque llegan a albergar ¡hasta 10 mil bacterias y hongos!. También dañan la imagen de la Ciudad de México y forman parte importante de los residuos que terminan obstruyendo las alcantarillas, lo que causa inundaciones y costos importantes al destapar y reparar los sistemas de drenaje. Ya que estamos hablando de costos, dejame contarte que los gastos que implican limpiar exclusivamente estos dulces excede ¡hasta 5 veces el costo original del chicle!
Pero, ¿qué crees?, los problemas no terminan ahí. El personal de limpieza es otro de los sectores que resulta afectado porque son quienes tienen la tarea desagradable de quitar los chicles pegados en la ciudad, lo cual les puede tomar bastante tiempo y esfuerzo, te aseguro que mucho más del que nosotros gastaremos al tirarlos correctamente. Por ejemplo, a todos nos ha tocado ver a trabajadores y trabajadoras de limpia del metro, quienes generalmente son personas adultas mayores, removiendo con espátulas los chicles que miles de personas, diariamente, pegan en las instalaciones de este sistema de transporte.
Después de leer todo esto, no me dejaras mentir cuando digo que los chicles traen consigo graves problemas ambientales, riesgos a la salud y costos extras en su limpieza, de ahí la importancia de no tirarlos al suelo ni pegarlos en el arbolado e infraestructura y mobiliaria urbana. En lugar de eso, hay que depositarlos junto con los residuos inorgánicos no reciclables, ya que por sus componentes no pueden reciclarse, pero si se mezclan con los desechos que sí pueden tener una segunda vida, terminan contaminándolos e impidiendo su aprovechamiento.
Por eso, para que todas y todos vivamos en una ciudad más limpia y de Basura Cero, tira tus chicles en el cesto naranja, ¡no se los pegues al ambiente!