Cada que llegan las fiestas patrias, cabe reflexionar sobre qué clase de ciudad construimos día a día y los impactos ambientales que tienen nuestras acciones como la celebración de nuestra independencia nacional.
Arma tu noche mexicana, hazla ambientalmente responsable con comida, música y tradiciones llenas de color, sabor y cultura. Hay muchas maneras de expresar nuestra alegría y festejar con las personas que queremos, sin dañar al ambiente
Septiembre es un mes muy bello. Dejamos atrás el calor del verano y comenzamos a vestir a la Ciudad de México de los tres colores que caracterizan nuestra identidad, siendo esta tan diversa como la cantidad de mexicanas y mexicanos. Es momento de las fiestas patrias, de hacer relucir todo aquello que nos une: la comida, la música, los postres, bailes, ferias, festivales y un sinfín de tradiciones. Por supuesto las celebraciones vienen acompañadas de coloridos adornos y envoltorios, serpentinas, maquillaje, sombreros, globos, juguetes de plástico… pero ¿te has puesto a pensar cuántos de estos productos terminarán en la basura al día siguiente y qué consecuencias puede traer esto al medio ambiente?
En estas fechas vale la pena reflexionar sobre nuestra forma de celebrar a la patria, qué consecuencias ambientales tiene y qué dice de nosotros, pues a veces, en nuestro deseo de festejar, pasamos por alto aquellas acciones que perjudican al ambiente, como el uso de desechables. A pesar de que desde el 2021 está prohibido en la ciudad la venta, distribución y entrega de productos plásticos de un solo uso1, hay quienes continúan usando estos productos porque son económicos y les evitan la fatiga de lavar, sin embargo, la contaminación que producen no es barata para el planeta ni para nuestra salud, ya que la contaminación por plásticos ha llegado hasta nuestros estómagos2. Por eso, algo tan simple como usar tu vajilla puede disminuir éste problema. Y si no tienes otro remedio que usar desechables, asegúrate de que sean compostables.
Para celebrar las fiestas patrias con plena alegría ambiental, aquí hay algunas recomendaciones:
Además de esto, no hay que olvidar que la música, los bailes y la comida son los puntos centrales de las fiestas. Y mientras estás con tu familia o amistades celebrando, canta a todo pulmón canciones que les hagan sentir unidas/os. Hay muchas maneras de expresar nuestra alegría y festejar con las personas que queremos. Recuerda que tú tienes el poder de decidir.
¡Que siga la fiesta! Arma tu noche mexicana, hazla ambientalmente responsable, sácale una foto y compártela en nuestra página de Facebook EducacionAmbientalCDMX ¡Viva México! ¡Viva la naturaleza! ¡Viva la ciudadanía responsable que cuida el ambiente de la ciudad!
1 Congreso de la Ciudad de México. Ley de Residuos Sólidos del Distrito Federal. Fecha de consulta: 04 de septiembre de 2023.
2 WWF-España. Consumimos el equivalente a una tarjeta de crédito a la semana. Consultado 12 de agosto de 2023.
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A tres años de la prohibición de las bolsas de plástico en la Ciudad de México, queremos hacer una reflexión acerca de lo fácil o difícil que pudo haber sido cumplir con esta medida para las y los habitantes de esta gran urbe.
¿Qué tanto te ha costado vivir sin bolsas de plástico? Los cambios no son fáciles, pero muchas veces nos hacen libres. Recuerda, por ejemplo, cuando aprendiste a andar en bicicleta. Para no caerte tenías que colocar dos rueditas a los costados de la llanta trasera, te daban soporte y, sobre todo, confianza. Esas rueditas te hicieron sentir cómoda (o) y segura (o), tanto que hasta olvidaste que estaban ahí. ¿Qué sentiste cuando te dijeron que tenías que quitarlas y te subiste a la bici por primera vez sin ellas?, ¿sentiste miedo, pensaste que caerías?, pero luego descubriste que sin ellas podías ir aún más rápido y que al final de cuentas no necesitabas más esas rueditas.
Lo mismo pasa con las bolsas de plástico. Nos ofrecen comodidades al momento de ir de compras para cargar y guardar muchas cosas. Sin embargo, no siempre han acompañado a la humanidad. La bolsa plástica de polietileno es un invento europeo de los años 501 que por su practicidad, portabilidad, bajo peso, costo y resistencia, se volvieron tan populares que a partir de los años 80 sustituyeron a las bolsas de tela, papel o canastos.
En esos años, las tiendas comerciales y mercados de todo el mundo distribuían bolsas plásticas de manera gratuita en cada compra. Esto terminó con el hábito de los clientes de cargar con su propia bolsa reutilizable para llevar su “mandado”, lo que trajo consigo la acumulación de incontables bolsas plásticas en los hogares, para finalmente acabar en la conocidísima “bolsa de bolsas”, ¿te suena familiar?
Si tienes la oportunidad, te invitamos a preguntarle a tus papás y abuelos con qué cargaban el mandado antes de que existieran las bolsas de plástico. Ellos, a diferencia de nosotros, crecieron sin tantas bolsas plásticas de un solo uso. Te aseguramos que las respuestas serán muy interesantes y podrás darte cuenta que realmente no las necesitamos.
¿Qué opciones tenemos ahora para cargar nuestras compras? La mejor opción siempre es usar bolsas reutilizables como la colorida y famosa bolsa del mandado, tejida con plástico resistente y que seguro podemos heredar de nuestra abuela. La idea es que nuestra bolsa no se convierta en residuo una o dos veces después de que la usemos, sino que podamos usarla muchas ocasiones.
La Ley de Residuos Sólidos de nuestra ciudad menciona que los materiales permitidos para el transporte de alimentos son: vidrio, acero inoxidable, polipropileno, aluminio, polietileno de alta densidad, polietileno de tereftalato (PET) y las bolsas compostables con certificado. Otro tipo de recipientes o materiales para cargar y guardar nuestros productos comprados en el mercado, súper o en la tiendita de la esquina son la bolsa de tela, porta viandas, canastos y cucuruchos de papel.
La prohibición de las bolsas plásticas y otros plásticos de un sólo uso, ha sido una estrategia que la Ciudad de México para sumarse a combatir un problema mundial, la contaminación por plásticos, que tiene una serie de efectos dañinos en el ambiente, como la emisión de gases de efecto invernadero, incrementando así los efectos devastadores del cambio climático.
En nuestro país otros estados también han regulado el uso de la bolsa y de otros plásticos de un sólo uso: Sonora, Veracruz, Quintana Roo, Chihuahua, Baja California, Tamaulipas, Coahuila, Tlaxcala, Guerrero, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí e Hidalgo.
Retomemos las prácticas de nuestra/os abuela/os de llevar al super o al mandado las bolsas reutilizables en lugar de las de plástico o, incluso, llevar canastas. Observa la sabiduría de la naturaleza, que creó alimentos que ya traen su propia protección, la cáscara, por lo que no necesitan una cubierta extra al momento de transportarlos.
No te angusties si ya no puedes usar más bolsas, piensa que así como fue un reto andar en bici sin rueditas, al final te sentirás más libre sin tanta bolsa de plástico de un solo uso. ¡Suéltate de la bolsa! Con esta simple acción ayudas a las y los habitantes de nuestro planeta Tierra. #BasuraCero.
"No hay belleza en la tela más fina si hace hambre e infelicidad"
Mahatma Gandhi
La fast fashion o moda rápida contribuye con el 10% de las emisiones de dióxido de carbono a nivel mundial, el principal gas de efecto invernadero que causa el calentamiento global y el cambio climático.
Tan solo en un año se usan 93 mil millones de metros cúbicos de agua en la producción textil.
De toda la ropa fabricada en un solo año en todo el mundo, el 73% termina incinerada o en basureros; traducción: mucha contaminación de tierra y aire2.
En las próximas fechas, qué ganas dan de estrenar una chamarra linda, un suéter, en general; ropa abrigadora, también unos zapatos para estar en casa, otros para salir a la calle, para el trabajo, otros para ir a la posada y todas las fiestas navideñas y de fin de año. A decir verdad, esto ocurre así cada invierno y cada primavera, porque no vamos a usar ropa abrigadora en primavera, mucho menos en verano, ah… y en otoño, también hay que cambiar de ropa. Pero también cada cumpleaños, cada festejo y bueno, siempre hay alguna razón para comprar ropa, que si el descuento, que si ya cambió la tendencia de moda, pero este posible genuino deseo por comprar y comprar más y más ropa tiene un costo ambiental tremendo no evidente. Prepárate para conocer la realidad detrás de estar a la moda.
Hace 30 años la industria de la moda se desarrollaba alrededor de dos grandes temporadas: primavera-verano y otoño-invierno, hoy en día existen 50 micro-temporadas anuales. Por supuesto, mucha ropa no es adecuada para toda ocasión, las fibras de invierno suelen ser más cálidas que las del verano, pues la industria del vestido nos ofrece placer, comodidad y la libertad para toda ocasión; incluso nos da la oportunidad de expresarnos a través de nuestra vestimenta, pero si nuestra dinámica de consumo en ropa consiste en lo rápido de usar y de tirar, el mensaje que expresamos no refleja para nada un compromiso ambiental.
La industria textil ha conseguido fabricar moda a muy bajo costo con materiales baratos como el poliéster, el nylon y el algodón. Pero lo que implica un ahorro para su bolsillo en términos de inversión, significa un aumento en el costo ambiental de producir esa ropa, ya que el uso de este tipo de materiales ha convertido a la moda en la segunda industria más contaminante después de la industria energética, contribuyendo con el 10% de las emisiones a nivel global del principal gas de efecto invernadero que causa el calentamiento global y el cambio climático, el dióxido de carbono CO2, el equivalente a lo que libera la Unión Europea por sí sola.
Al año se emplean alrededor de 98 millones de toneladas de recursos no renovables en la industria del vestido. Lo más triste es que hay prendas que se usan a lo más 7 o 10 veces y después, ¡se tiran!, o sea que todos esos agujeros hechos a la naturaleza debido a la extracción de materiales para fabricar ropa, se cubren rápidamente con basura textil. Imagínate, de toda la ropa fabricada en un solo año en todo el mundo, el 73% termina incinerada o en basureros; traducción: mucha contaminación de tierra y aire.
Ésto es solo la punta del iceberg, pues para cumplir con los plazos que la moda rápida o fast fashion ha impuesto, la producción de las prendas se realiza en países que tienen condiciones laborales precarias, donde no se respetan los derechos humanos de las y los trabajadores que suelen trabajar de 14 a 16 horas diarias,.
Por si no fuera suficiente, la industria textil es una gran fuente contaminante del elemento que sostiene la vida, el agua. Tan solo en un año se usan 93 mil millones de metros cúbicos de agua en la producción textil; por ejemplo, para una camiseta de algodón se ocupan 2500 litros de agua. Además, lavar la ropa desemboca en un aproximado de 500 mil toneladas de microplásticos al año en los océanos!, y vaya que con los microplásticos ya tenemos muchos problemas.
Entonces, tener mucha ropa en el armario implicó miles de millones de recursos naturales y contaminación; comprar ropa con bastante frecuencia fomenta que se mantenga el mismo modelo de producción rápida de ropa (fast fashion) basado en la economía lineal de extraer, producir, usar poco tiempo y desechar, con toda la contaminación que eso conlleva; y además, lavar toda la ropa que tenemos aporta a uno de los mayores problemas de contaminación que hoy en día enfrenta el mundo, la contaminación por plásticos. Qué escenario tan abrumador, ¿no te parece?
En algunos países comenzaron a posicionar el concepto de la Moda Sostenible, en la que se toma en cuenta tanto los aspectos medioambientales como socioeconómicos de la fabricación, distribución, comercialización y uso de ropa, calzado y accesorios. Además, busca garantizar la perdurabilidad y atemporalidad de las prendas.
En cuanto a los derechos laborales, en la moda sostenible se promueve la mano de obra nacional y valores de igualdad e inclusión. Desde la perspectiva ambiental, el objetivo debe ser reducir al mínimo cualquier efecto indeseable del ciclo de vida del producto mediante:
el aseguramiento del uso eficiente y cuidadoso de los recursos como: agua, energía, tierra, suelo, biodiversidad, ecosistemas, etc.;
seleccionar fuentes de energía renovables como: eólica, solar, etc., en cada etapa,
y maximizar la reparación, remanufacturación, reutilización y reciclado del producto y sus componentes.
En Estados Unidos, se ha propuesto una ley que responsabilice a los fabricantes y minoristas de moda por los desechos que producen y aborda el coste social y ambiental causado por la industria de la moda. Esta propuesta fue nombrada Ley de la Moda (Fashion Act), y se presentó por legisladores del Estado de Nueva York5.
La firma española Ecoalf representa un ejemplo de moda sostenible que recicla los plásticos que diariamente se vierten a los océanos por la industria textil.
Otro ejemplo, de iniciativas que surgieron para enfrentar la contaminación por textiles ocurrió en Francia en el año 2020. Es el primer país en introducir una política que exige que todas las lavadoras domésticas nuevas tengan filtros para atrapar partículas microplásticas para 20255.
En Canadá, la organización Fashion Takes Action, sin fines de lucro, recomienda ampliar el modelo tradicional de las 3R y llevarlas hasta 7R: reducir, rentar, resignificar, reparar, reusar, revender y reciclar.
Por supuesto, hay acciones que como consumidores podemos emprender para combatir la problemática ambiental causada por la fast fashion. Aquí te dejamos algunas acciones que puedes implementar en tu vida:
Evita comprar marcas de ropa fast fashion.
Organiza con tu familia y amistades una especie de bazar en el que intercambien sus prendas.
Evita tirar ropa en buen estado.
Revisa tu armario y elige la ropa que ya no uses que pueda ser donada, ¡seguro todavía hay prendas que puedan servirle a alguien más!
Busca emprendimientos u organizaciones locales que recolectan ropa.
Adquiere prendas de segunda mano.
Extiende la vida útil de tus prendas ¿tienes un suéter que ya no usas porque se descosió? ¡Aprende a repararlo!
Renueva las prendas
Deja de preocuparte por el suéter, la blusa, el pantalón o los zapatos de moda, mejor elige disminuir tu consumo para reducir al máximo el costo ambiental de estar a la moda.
Cada habitante del planeta, como tú y yo, usamos en promedio más de 13 toneladas de materiales en un año1, a través de todos los productos que compramos y que nos prometen un sinfín de beneficios y aseguran que nos van a facilitar la vida de cualquier forma.
Desde el 2020, en la Ciudad de México se ha modificado la legislación en torno a uno de los materiales que más estragos ha causado a nivel mundial en el medio ambiente, por el exceso en su consumo y desecho y por su capacidad de contaminar: los plásticos desechables.
En la tele, en la radio, en la calle, en redes sociales e internet, por todos lados estamos siendo bombardeados una y otra vez por anuncios que nos seducen a comprar productos que prometen un sinfín de beneficios y aseguran que nos van a facilitar la vida de cualquier forma. Parece inevitable dejar de comprar todo aquello que nos ofrece comodidades y satisfacción, pero, ¿qué de todo lo que consumimos realmente necesitamos? ¿Qué tan sostenible es nuestra forma de consumir y de satisfacer nuestras necesidades?
Para la producción de todo lo que usamos a diario: celulares, transporte, energía eléctrica, ropa, comida … ¡todo!, se requiere la extracción de los mal llamados “recursos naturales”. La población mundial actual consume 100 mil millones de toneladas de estos materiales en un año. Principalmente se extraen combustibles fósiles, metales, materiales de la construcción y árboles; todos ellos usados para la construcción de casas, edificios o ciudades como la nuestra. Además se utiliza una gran cantidad de agua y energía tanto en la extracción de materiales, como en la fabricación de todo tipo de bienes y servicios.
El resultado de nuestro consumo excesivo ya es visible, eventos meteorológicos extremos, hambrunas, extinción de especies y la amenaza de que desaparezcan ecosistemas como arrecifes de coral, selvas tropicales o ríos. La humanidad consume estos materiales más velozmente que lo que tarda la naturaleza en producirlos; se talan bosques más rápidamente de lo que vuelven a crecer, pesca en los océanos tan aceleradamente que a la vida marina le cuesta regenerarse, además de que emite más dióxido de carbono de lo que la biósfera puede absorber.
La organización Circle Economy, ha estimado que cada habitante del planeta, como tú y yo, usamos en promedio más de 13 toneladas de materiales en un año1, a través de los bienes y servicios que adquirimos. Aunque el consumo siempre es mayor para los habitantes de países desarrollados, en contraste con los países en desarrollo, como México, entre todos estamos usando al año los recursos que a la Tierra le toma 1,5 años en producir.
De todos los materiales extraídos, sólo un tercio de ellos continúan en uso después de un año, sobre todo en construcciones y vehículos; otra tercera parte se convierte en contaminación, pues son tirados en el ambiente, como el plástico en vías fluviales y océanos o son emitidos en forma de gases de efecto invernadero1.
Al consumir lo innecesario estamos aportando a esta sobre explotación de materiales, consumir por consumir, por vivir cómodamente sin mirar de dónde viene todo aquello que usamos y desechamos. Para reducir el impacto deberíamos bajar drásticamente el uso de combustibles fósiles y sustituirlos por energías renovables, así como disminuir el consumo de agua.
Desde el 2020, en la Ciudad de México se ha modificado la legislación en torno a uno de los materiales que más estragos ha causado a nivel mundial en el medio ambiente, por el exceso en su consumo y desecho y por su capacidad de contaminar: los plásticos desechables. Por ello, en enero del 2020 se prohibió el uso de bolsas plásticas y en el 2021 se unieron a la prohibición vasos y sus tapas, platos, charolas, cubiertos, globos y sus varillas, aplicadores de tampones, bastoncillos para hisopos, mezcladores, popotes y cápsulas de café, todos ellos fabricados total o parcialmente de plástico, exceptuando los compostables y los que por su aplicación médica o de seguridad sean necesarios.
Ahora, cada vez que salgas de compras pregúntate “¿realmente lo necesito?”. Da preferencia a los artículos cuya vida útil es más larga para que puedas sacarle provecho a tu inversión. Genera el cambio, deja de consumir lo que no necesitas, ¡piénsalo!, si lo hacemos todos, el deterioro ambiental y sus efectos disminuirían en gran medida. ¡Sé el cambio! No dejes que el consumismo te consuma.
1 World’s consumption of materials hits record 100bn tonnes a year. The Guardian Journal.
2 La humanidad agota hoy los recursos que la Tierra produce en todo un año
3 Tierra dura 18 meses en regenerar recursos que mundo gasta en un año. El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-11806021
¿De qué manera construimos y adecuamos nuestra ciudad, barrio y casa a las necesidades de la población tomando en cuenta al medio ambiente? Algunas acciones son, por ejemplo, los puentes que se construyen para cruzar una barranca, cavar pozos para obtener agua y desagües para evitar inundaciones; también las modificaciones en los reglamentos de construcción, permite que nuestras casa y edificios resistan sismos o fenómenos climáticos.
Podemos y quizá debamos preguntarnos, ¿de qué manera las decisiones que tomamos en nuestras ciudades afectan al medio ambiente? La modificación de grandes avenidas para darle preferencia a un transporte masivo y mucho más eficiente, como el Metrobús en nuestra ciudad que genera menos tránsito vehicular y disminuye la contaminación. Construir ciclopistas para disminuir los desplazamientos en auto, mantener parques, sembrar jardines con plantas apropiadas para polinizadores, así como rehabilitar ríos y canales, multiplica los beneficios ambientales y fomenta, además, un cambio en los hábitos de la población. Todo ello nos hace más sanos y, al vincularnos con el cuidado del medio ambiente, genera la posibilidad de tener mayor conciencia ambiental.
Otras decisiones que afectan directamente nuestro entorno en términos ambientales y urbanos, tienen que ver con la generación y manejo de los residuos. Es necesario que la población separe sus residuos y minimice el consumo de determinados productos por toda la contaminación y gasto de energía que ello conlleva.
También están, por ejemplo, las leyes y normas en materia de prohibición de plásticos de un sólo uso, la reglamentación de productos compostables, fomentar el uso de envases diseñados para reutilizarse múltiples veces, así como promover la reparación de herramientas y dispositivos como son las computadoras, teléfonos, televisores, videojuegos, en vez de reemplazarlos por aparatos nuevos. Todas ellas son decisiones que involucran nuestra vida cotidiana y que están basadas en una visión y una política para generar menos basura; con ello hacemos más habitables nuestros barrios y nuestras casas. Todo esto, por supuesto, disminuye el impacto al medio ambiente de todos los habitantes de la ciudad.
Tu también puedes mejorar la ciudad al nivel de tu casa, colonia o barrio. Organízate con tu familia o vecinos para sembrar jardines polinizadores, cosechar agua de lluvia en tu edificio o cambiar el concreto por grava, pues permite la filtración del agua pluvial y la recarga de los acuíferos. Además, ve de compras con tu propia bolsa de tela y carga con tu termo para evitar vasos desechables cuando compres un café.
¿Y si le bajamos
“Se compran: colchones, tambores, refrigeradores, estufas...”, enseguida los perros comienzan a ladrar y aullar sin control. La música de tu vecino está a todo volumen. En la vulcanizadora más cercana reina el sonido del talacheo. Volteas y escuchas el ratatatá de la motocicleta que en su paso deja un camino negro. Se estaciona un auto frente a tu casa mientras hace sonar su claxon como señal de que ha llegado.
La casa de enfrente es succionada por la aspiradora. La vecina le grita a sus hijas que se callen. “¡Hugo!”, grita un adolescente afuera del portón de tres casas a tu derecha. “¡Hugo!”, repite incansablemente mientras alarga el sonido de la ‘o’ y aguarda a que el sujeto en cuestión asome, por lo menos, su cabeza. A la par, la vecina de la esquina tiene cumbias como para que baile toda la colonia.
“¡Pelusa, cállate!”, “¡Pelusa, deja eso!, ¡no lo muerdas!”, le grita una señora a su perro mientras éste ladra incansablemente. “¡Uno cincuenta el litro de clarasol…!” se entremezcla con el “ding, ding, ding” de la campana de la basura y en la calle vecina suena el silbido de los camotes. Luego viene la canción de los helados, las sirenas de las patrullas o ambulancias, los rugidos de los coches al acelerar... los sonidos incesantes de la ciudad. Cae la noche y la corneta del pan sacia tu apetito. Carcachas surcan los topes y el silbato del velador hace guardia. Al amanecer siguiente, la rutina sonidera se repite. Y así es todos los días.
¿Qué sentiste al ir leyendo los párrafos anteriores? ¿Qué piensas de esta situación? ¿Tomaste en cuenta que esto sucede en muchos de los rincones de la Ciudad de México?
Cada año, el último miércoles del mes de abril, ante la necesidad de superar su aparente invisibilidad y reconocerlo como parte del ambiente, se conmemora el Día Internacional de la Conciencia Sobre el Problema del Ruido. Su propósito es promover el cuidado del ambiente acústico, la conservación de la audición y la conciencia sobre las molestias y daños que genera el ruido.
¿Sabías que el ruido es considerado un agente contaminante con efectos negativos en la salud humana y en el ambiente? Se ha demostrado que el ruido tiene efectos negativos en la audición, la salud y, por lo tanto, en la calidad de vida. Se le relaciona con cambios fisiológicos en el sueño, la presión arterial y la digestión. Incluso han vinculado al ruido con un impacto negativo en el desarrollo del feto.
Aún a niveles no peligrosos para nuestra audición, el ruido puede ocasionar un estado de tensión y de enojo, tal y como quizá sentiste al inicio de este texto.
Es verdad que no todos somos igual de ruidosos, pero lo es también que todos hacemos ruido. Por ello, como cualquier contaminante, el ruido debe regularse y controlarse con acciones individuales y colectivas.
Nuestra principal herramienta para no convertirnos en generadores de contaminación auditiva es ponernos en las orejas del otro: empatía y diálogo.
Así que trabajemos juntos, generemos cambios y bajémosle tres rayitas, por el bien de todas y todos.